La pata que cojea: ¿Tímida yo?

Juampeyyo

Sigo batallando con la cuarta pata de la mesa y esta vez me ha dado por reflexionar un poco más seriamente al respecto de mi historial, mi trayectoria personal y mi status quo actual. He estado revisando textos serios relacionados con aspectos de la personalidad como la timidez, la introversión, la fobia social… etc, etc, para intentar ubicarme a mí misma dentro del espectro de la personalidad y la conducta social (ya adelanto que no he podido). En el proceso he estado recordando y reviviendo cómo me he sentido y desenvuelto socialmente a lo largo de mi vida y también le he dado vueltas a cómo me siento ahora. Esto es lo que encontrarás en esta entrada, si te atreves con ella (sólo recomiendo abordar este bodrio a lectores verdaderamente interesados en conocerme muy a fondo, es realmente un coñazo de escrito que no sé siquiera si a mí me interesará releer algún día y que probablemente está lleno de incoherencias, sinsentidos e interpretaciones erróneas). Así que si sigues leyendo, te doy mi más sentido pésame por las neuronas que se te van a suicidar en el proceso.

Volviendo al pasado: de cómo una niña extrovertida empieza a sentir ansiedad y rechazo hacia a los adultos

Si retrocedo y escarbo lo suficiente en mis recuerdos, no me cuesta demasiado volver a mi yo infantil. No recuerdo que fuera tímida de pequeña. Todo lo contrario, era más bien extrovertida.

bebe.jpg

Yo creo que al principio todo era muy simple: la gente era muy atractiva y por ello su presencia era celebrada y deseada. Es lógico, la presencia otros significaba cosas buenas: atención, mimos, comida, diversión, estimulación y en general necesidades satisfechas. Gente=bien

La gente desconocida o con la que me relacionaba con menor frecuencia era aún más interesante porque aportaba novedades o cosas diferentes. La presencia de gente desconocida significaba mayor estimulación, descubrimientos nuevos, información nueva, diferentes posibilidades… Gente desconocida=bien

En algún punto todo se torció. Aprendí que las demás personas tenían opiniones. Y lógicamente, me gustaba más cuando su opinión sobre cualquier cosa relacionada conmigo era positiva que cuando era negativa.

Yo con la Begoña

La aprobación me hacía sentir bien y la desaprobación me hacía sentir mal. No mucho al principio, ni lo uno, ni lo otro. Al fin y al cabo, no le daba mucha importancia al asunto. Me importaba más yo misma, mi bienestar inmediato y mi proceso de descubrimiento del mundo.

Pero cada vez me fue importando más y más. La matraca incesante de “lo que está bien” y “lo que está mal”, con sus consecuencias positivas o negativas, fue haciendo mella. Y la sensación de que mi conducta era constantemente evaluada por los demás, cada vez era más patente.

Y empecé a buscar la aprobación de los demás e intentar evitar su desaprobación. Era sencillo, sólo había que identificar qué esperaban los demás de ti y cumplir con ello. A veces era fácil y no costaba apenas esfuerzo (sólo era cuestión de hacer una elección correcta), otras no era capaz pese a intentarlo y no conseguía cumplir. Las consecuencias negativas no eran muy intensas entonces, porque al saber que lo había intentado, no había enfado ajeno, pero como siempre he sido muy perceptiva, notaba la decepción de los demás y sentía vergüenza. Y había veces (muchas) que, directamente no quería hacer lo que se esperaba de mí y no cumplía con ello por decisión propia. Entonces sí había desaprobación directa y habían consecuencias negativas más que evidentes (enfados, castigos, mal humor…), de modo que yo sentía frustración y culpabilidad.

Creo que hubo en mi infancia más desaprobación que aprobación. Y entonces la gente dejó de ser bien. La presencia de otros empezó a ser incómoda. La gente juzgaba, la gente censuraba, la gente me impedía ser libre y hacer lo que yo quería. La gente seguía siendo necesaria para acceder a todo lo bueno y deseable, pero a la vez era fuente de ansiedad, angustia y malestar. Ahí se fue todo a la porra y cambiaron las tornas, porque la gente era necesaria (proporcionaba recursos) y a veces todo iba bien en su presencia, pero frecuentemente no era así, de modo que cada vez que tenía que interaccionar con algún adulto o estar en su compañía, de forma previa a ello, sentía algo de ansiedad al respecto. Temía que que esta interacción/compañía fuera desagradable.

Al principio no había evitación, sólo malestar inicial ante ciertas situaciones, pero pronto empezó a aparecer, es el curso lógico del proceso.

A la par, comencé a mostrar ciertas conductas que se relacionan con la timidez, la introversión… Nada del otro mundo, lo común en una hija única: jugar sola, encerrarme en mi cuarto, leer, amigos imaginarios… etc etc. Pero lo cierto es que ya había una gran diferencia entre lo cómoda y a mis anchas que me sentía sola y lo incómoda e inhibida que me sentía con adultos cerca o teniendo que interaccionar con ellos directamente.

Con otros niños (de mi edad o más pequeños) no me sentía incómoda, excepto por tener que compartir recursos. Eso de compartir o hacer lo que otros querían en vez de lo que yo pensaba que sería más divertido… ejhem, digamos que nunca se me ha dado bien. Empecé siendo sólo algo mandona y egocéntrica/egoísta pero en cuanto desarrollé un poquito más la personalidad pasé a ser directamente manipuladora (lograr que los demás hicieran lo que yo quería con artimañas se me daba excelentemente bien :P). No era mala (no me movía el hacer daño, causar sufrimiento ni disfrutaba con el padecimiento ajeno), era (y sigo siendo) egoísta. Primero yo, luego los demás. Y si puede ser, que no se note que te aprovechas de ellos, que te ahorra problemas.

carnaval

El caso es que me sentía cómoda con niños de mi edad o menores… pero no con los mayores. Los mayores, aunque no eran adultos, también me ponían algo nerviosa. Pero no puedo decir que me sintiera inhibida ante su presencia. Pero como los mayores eran más hábiles, inteligentes y capaces que yo, no me quedaba otra que convertirme en “seguidora” y avenirme a que dirigieran nuestros juegos/interacciones o tomaran las decisiones. No molaba tanto jugar con niños mayores, simplemente, pero no me sentía tan juzgada/censurada por su parte, ni sentía que tuviera que “comportarme” y representar un papel ante ellos. Ante los adultos sí. Ante los adultos había que fingir que una no era… en extremo curiosa, irrespetuosa, ruidosa, inquieta, egoísta, irresponsable… y parecer todo lo contrario. Yo era lo que era y a los adultos no les gustaba y querían hacer de mí otra cosa, yo intentaba representar ese papel en su presencia y así tenerles contentos… pero si uno tiene que fingir en presencia de otros para lograr su aprobación y que no haya consecuencias negativas… obviamente no se siente cómodo entre ellos. Gente adulta=mal

Ana Lucila y yo

Inhibiciones conductuales varias

De peque mis padres me obligaban a interaccionar con ciertos extraños (vendedores, dependientes, camareros…) y yo, en vez de habituarme, cada vez me fui sensibilizando más y más. Me vino de perlas tener a mi prima para poder mandarla a ella a hacer “recados”. Actualmente no puedo usar a mi prima… pero a menudo me descubro empleando a mi señora para evitarme una interacción similar con un funcionario/dependiente/vecino… Trabajar de cara al público siempre ha sido de gran ayuda para tratar esta tendencia mía y gracias a ello lo llevo mucho mejor, pero a fuerza de exponerme y obligarme a ello a diario. Los periodos de tiempo que he pasado lejos de esta obligación, han tenido como consecuencia un recrudecimiento bastante fuerte de mi evitación hacia los desconocidos. De hecho conforme menos trato con la gente, más me incomoda su presencia, más me desagradan, más rechazo me causan… Gente=muy mal

Demons

En algún punto de mi vida desarrollé fobia a llamar por teléfono (lo sitúo entre los 17 o 18 años). No a responder una llamada, con eso no tengo demasiado problema (según mi estado emocional) pero sí a hacerla, fundamentalmente si habrá alguien desconocido al otro lado del teléfono. No estoy hablando de sólo sentirme un poco nerviosa ante ello y evitar enfrentarme a la situación al máximo, he llegado al punto de sufrir verdaderos bloqueos con crisis de ansiedad asociada. Hace unos años decidí que no podía seguir tolerando esta fobia y empecé a enfrentarme a ello. Actualmente he recuperado la funcionalidad y soy capaz de hacer una llamada cuando hace falta o necesito algo. Pero no llamo por placer… a nadie y mi primer instinto es evitar hacer una llamada. Si quieres hablar conmigo por teléfono, llámame e insiste si no te lo cojo, pero no esperes que te llame de motu proprio, ni mucho menos. No lo haré, no me nace. Sólo llamo cuando me siento obligada a ello o me obligo para no volverme a sensibilizar con el tema.

Ni tímida ni introvertida

Sin embargo, pese a estos y otros ejemplos, cuando leo al respecto, no consigo identificarme del todo como una persona de carácter tímido, introvertido o que padezca fobia social. Pero lo cierto es que hoy día, tampoco soy una persona que socialice con normalidad.

Siempre me ha gustado tener amigos (imaginarios o reales) y jugar con ellos. He tenido pandilla, mejores amigos (diferentes según qué época), he formado parte de grupos sociales (más pequeños o más grandes) y no me he aislado o retraído al llegar a un entorno social nuevo ni en mi infancia, ni en mi adolescencia ni en mi etapa juvenil (me integré bien al cambiar de cole, seguí haciendo amigos al entrar en el instituto, forjé grandes amistades y conocí a mucha gente en la universidad, ningún problema a la hora de trabajar en equipo con gente nueva en prácticas, he trabajado de cara al público y en equipo la mayor parte de mi vida laboral… etc, etc). Si lo pienso, en realidad, soy una persona muy sociable… pero no social.

2bat

Una persona tímida se pone tan nerviosa cuando tiene que interaccionar con gente en la que no confía o conoce poco que tiene síntomas físicos (se le acelera el corazón, se pone rojo, tiembla, suda, tartamudea, evita la mirada…). Una persona con fobia social lo lleva aún peor y le entra tal ansiedad que deja de ser funcional y lo pasa francamente mal, tanto como para evitar por completo a los demás.

Yo no soy así, ni tampoco ha caracterizado mi personalidad la “inhibición conductual” ante lo extraño. No creo tener mucho problema en este aspecto, aunque a veces pienso que tiendo a “sobreactuar” cuando interacciono con desconocidos, sospecho que para compensar cierto grado de timidez. Pero no calificaría este grado de anormal o patológico. Es una timidez normal, que además probablemente tenemos todos.

uni

Es sólo que no busco a la gente… y si puedo, la evito. Me siento más cómoda yendo a mi aire, sin compartir tiempo y espacio con otros seres humanos o interaccionar con ellos de forma directa. Además, la interacción directa con los demás me agota mental y físicamente, en mayor medida cuanto menor sea la confianza que tengamos. He estado mucho tiempo considerando si eso es que soy introvertida, porque a menudo lo definen de modo similar. Pero no termina de convencerme esto tampoco.

El camino a la introversión

Cierro la noche copia

Para empezar, yo he llegado a esto, pero no he sido siempre así así. Quizá hoy sí se me podría definir como introvertida (considerando la introversión como una dimensión de la personalidad que agrupa las características de sujetos tranquilos, reservados, introspectivos, retraídos, distantes con los demás excepto con amigos íntimos, cautelosos y con elevado control emocional), pero desde luego, no se podría definir así mi personalidad hasta hace pocos años. Y se supone que una personalidad introvertida se muestra ya al año de edad y se manifiesta, generalizada a múltiples ámbitos de la vida, con inhibición ante lo no familiar… bla bla bla.

Nah, yo no puedo decir que la introversión haya definido mi personalidad durante toda mi existencia. Para nada. Más bien creo que cada vez soy más introvertida como consecuencia a determinadas circunstancias personales.

Primer paso hacia a la introversión: percibir y ser sensible al juicio ajeno.

En primer lugar, como avanzaba al principio, tengo un cierto grado de ansiedad ante el juicio y la evaluación ajena, que en ciertas situaciones, me genera rechazo, evitación e inhibición conductual. Y he subrayado mucho ese “en ciertas situaciones” porque es importante. No me define, no me acompaña constantemente, no me obsesiona, no me incapacita… pero es problemático en ciertas situaciones.

Segundo paso hacia la introversión: tener una percepción algo traumática al respecto de mis habilidades y mi historial en cuanto a la socialización que me genera ansiedad al socializar, me impide relajarme y me hace obsesionarme con la sensación de no estar integrándome adecuadamente.

La fobia social suele desarrollarse a raíz de eventos traumáticos. Yo no tengo fobia social, pero no socializo con normalidad, me cuesta demasiado esfuerzo, no lo hago con naturalidad. No me siento cómoda entre los demás y a menudo siento que fracaso en mis esfuerzos e intentos por integrarme en los grupos sociales.

Una y otra vez, a través de muchas interacciones sociales en mi vida que he sentido y calificado como “no exitosas” he ido reforzando (por refuerzo variable) ciertos convencimientos internos al respecto de mí misma:

Algo falla conmigo. Soy diferente a los demás. Tengo que esforzarme para “encajar” entre la “gente normal” porque si me muestro tal como soy, me rechazarán por ser demasiado diferente, no de forma directa pero sí involuntaria, por no encontrar lo suficiente en común conmigo como para integrarme en su grupo. Tengo que encontrar cosas en común y centrarme en ellas, aunque sean en cierto modo fingidas o producto de una exageración deliberada… Y todo esto me ha llevado a sufrir una especie de “ansiedad social” y a que mi conducta no sea natural cuando socializo y que, además, me cueste relajarme y olvidar que “estoy siendo juzgada”.

Así, parece que cuando consigo “encajar”, lo hago a costa de lucir un yo desfigurado o disfrazado. Y cuando me muestro tal cual soy… me siento fuera de lugar. Y eso sí ha sido un constante en mi vida desde el colegio. Sentirme una pieza de un puzzle diferente, intentando encajar a la fuerza en un hueco más o menos parecido… pero nunca el indicado. Nunca el verdadero hueco al que esa pieza pertenece.

He pasado muchos años buscando ese hueco. O bien cincelando la pieza para lograr que encajara o bien moldeando activa e infatigablemente los bordes del hueco más parecido que he logrado encontrar.

cosa1

¿Y qué? Menudo drama. Nos pasa a todos, en mayor o menor medida. Ese hueco es una utopía, como tantas me han obsesionado en mi existencia. Es una asíntota a la que uno puede acercarse pero nunca llegar y a base de:

  • Suerte: para encontrar huecos lo más afines y similares al que idealmente correspondería a la pieza
  • Empeño y esfuerzo: para que la pieza no sea tan rígida y se pueda adaptar a un hueco o huecos “imperfectos”
  • Intervención activa: para influir y modificar en lo posible la forma del hueco para que éste se adapte mejor a la pieza

Por si nos hemos perdido con tanta metáfora: la pieza soy yo y el hueco el grupo/relación social XD

Tercer paso hacia la introversión: ser reactiva y no tolerar el nivel de estímulos habitual y considerado normal en nuestra sociedad y de mi entorno social habitual.

A todo esto se le ha ido sumando otro aspecto de la personalidad muy relacionado con la introversión: mi nivel de saturación sensorial cada vez es más bajo.

Mi cerebro se satura cada vez más pronto ante el nivel de estímulos habitual de la vida moderna y el entorno social. Mi umbral cada vez es menor y enseguida me canso y necesito alejarme y desconectar. Y no sólo me refiero a los estímulos externos que capto con los sentidos (en este orden: auditivos, visuales, táctiles, olfativos y gustativos) sino a estímulos internos (emoción y cognición).

Me agotan los ambientes ruidoso o recargados, la interacción física continuada, me desagradan los alimentos muy dulces o muy salados… y hace mucho que tiendo a la estabilidad emocional (por control voluntario e involuntario, ya que en cuanto estoy sintiendo cualquier emoción más intensamente de lo normal se me “corta” de forma automática) y me canso prontísimo de cualquier actividad que requiera pensar, reflexionar u otras tareas cognitivas.

yoruidera

Todo esto tiene que estar relacionado con mi neuroanatomía (vías neurales, neurotrasmisores y cantidad de receptores) y niveles hormonales. Y me encantaría entenderlo mejor, la verdad. Pero bueno, intuyo que mis vivencias/experiencias pasadas, mi aprendizaje y adquisición de habilidades gracias a la TREC (terapia racional emotivo-conductual) y mi actual estilo de vida sano y activo tiene mucho que ver. Se han descartado y perdido vías neuronales, se han formado nuevas, que se han ido reforzando cada vez más debido a que están asociadas con el bienestar. Y mis niveles de serotonina, dopamina y adrenalina están regulados gracias al ejercicio físico y la dieta baja en carbos. Mantengo a raya el cortisol y glucocorticoides (estrés) con actividades relajantes, introspección, desconexión y meditación…

Todo estupendo, pero yo estoy en una onda y el resto del mundo en otra. No cabe duda de que el nivel de estímulos al que la sociedad actual se ha acostumbrado y mi entorno social necesita está muy alejado del punto óptimo y natural al que el ser humano está evolutivamente adaptado, pero es el que es y que a mí me sature condiciona mucho mi forma de socializar.

Cuarto paso hacia la introversión: ser tan fiel a mi estilo de vida, rutinas y hábitos que me disguste y trastorne sacrificarlos para adaptarme a los de la mayor parte de mi entorno social (que difieren bastante) y poder compartir más con ellos o dedicarles más tiempo y esfuerzo.

Le sumamos a la ecuación mi rigidez conductual. He encontrado el equilibrio en mi vida, sí, pero a costa de hacer las cosas de una determinada manera, de cumplir con ciertas rutinas sí o sí y como sea, de ser todo lo inflexible y persistente que puedo, invirtiendo y desarrollando al máximo mi fuerza de voluntad y capacidad de sacrificio. Me disgusta y rechazo la debilidad sobre todo para mí misma (pero también en los demás) porque sé que me lleva directamente a caminos por los que sé que pierdo el norte con facilidad. No quiero volver a transitar esos caminos, de modo que me empeño con fuerza en no poner ni un pie en ellos. Porque me conozco, por si acaso… Pero eso me hace ser muy estricta al respecto de mis hábitos y rutinas sobre todo con el tema del ejercicio físico y la alimentación. Pero también con otras muchas aspectos de la vida diaria. No soy una persona que se adapte fácilmente al estilo de vida de los demás. Más bien necesito que los demás se adapten al mío.

budha prayer

Cada vez veo menos claro el tema de ajustar la cuarta pata de la mesa (ver etiqueta La pata que cojea) la verdad… como no me monte una tribu “slow” de inadaptados/obsesivos como yo… :S

6 comentarios en “La pata que cojea: ¿Tímida yo?

  1. Caramon dijo:

    Pues ha sido muy interesante de leer, y me ayuda mucho para conectar contigo ahora que estamos tan desconectadas. Entiendo bien ciertas cosas que dices y me identifico con otras. Y bueno, al final, lo que importa es estar bien con uno mismo o intentarlo como sepamos.

    Un abrazo, nena.

    Me gusta

  2. Noemí dijo:

    Creo que llegué a este blog a través de un comentario en Fitnes Revolucionario que reflexionaba sobre la psicología positiva y sus acepciones no tan positivas. Y aunque he leído alguna que otra entrada, por el simple hecho de llegar a saber que hay por ahí otras personas de hábitos y estilos de vida tan saludables y parecidos, no había comentado hasta ahora:
    ¡Arriba esa tribu!

    Me gusta

    • Estefa dijo:

      Muchas gracias Noemí por hacer acto de presencia, hace mucha ilusión saber que hay alguien ahí, y aunque dispersa e inconexa, también lo está tu tribu ¡Arriba! 😀

      Me gusta

  3. Alba Fuenba dijo:

    Me ha gustado bastante la entrada, mas que nada porque yo he pasado por un camino similar en el que no sabia si era tímida, fobia social, introvertida, tenia ansiedad o un poco de todo. Cuando siento que he hecho progresos en el tema social (a mi manera, se que nunca ser una persona social pero puedo tolerarlo y no sentir ansiedad constante con eso), como pase unos días sin socializar vuelvo atrás. Me ha gustado tu ejercicio de reflexion, creo que lo voy a copiar un dia de estos. Me gustaba mucho escribir pero desde hace un par de años me da mucha pereza reflexionar sobre mi y se que ahora mismo lo necesito.

    Por cierto, vuestras entradas me han motivado a intentar hacer ejercicio, porque emocionalmente soy unen fucking mess ahora mismo y recuerdo que las épocas que he hecho algo me encontraba mejor. Me encanta lo que hacéis.

    Siento la falta de acentos, estoy en una tablet y nunca he usado una, así que no se como ponerlos… aunque veo que a veces se ponen solos.

    Me gusta

    • Sara dijo:

      Bueno, dejaré que te responda la autora del post, pero no podía dejar de darte las gracias por tu respuesta y por dejar que nuestras historias te motiven para convertirte en un humano mejor y más sano. Es para nosotras muy gratificante, aunque seáis poquitos, que haya personas a las que lleguemos, no sólo a divertir, si no también a animar para cuidarse y vivir más y mejor. Un besazo

      Me gusta

¡Cuéntanos algo! :)