Las personas tóxicas no existen

Hace poco leí un interesante texto cuyo título me llamó poderosamente la atención: “En defensa de las personas tóxicas: falsedades y peligros del pensamiento positivo”. Dada su complejidad tuve que leerlo hasta tres veces para entenderlo del todo, pero mereció la pena ya que contiene valiosas reflexiones y enfoques críticos muy constructivos. Automáticamente quise compartirla por las redes, pero pensé que con lo que me había costado entenderla a mí, quizá sería más sensato “traducirla” un poco antes y me puse a ello. El resultado ha sido una suerte de “comentario de texto” como los que hacíamos en el instituto, bastante más largo que el texto original pero creo que algo más claro.

Aquí os lo dejo, pero pese a ello os recomiendo mucho la lectura del original, ya sea previa o posteriormente a la lectura del mío. Merece la pena, de verdad. Incluso por su forma (además de por su contenido), sólo por disfrutar del cuidado léxico que emplea José César Perales, autor del texto y doctor en Psicología y profesor de la Universidad de Granada. Además en él encontraréis todas las referencias que faltan en el mío.

La «mala ciencia» y la divulgación de mala calidad, como siempre, origen del problema

Pese al título que tanto me atrajo, el autor no pretende hacer una defensa ni del pesimismo, ni del victimismo ni del psicotismo ya que todas ellas son tendencias personales poco útiles. La investigación demuestra que el éxito en casi cualquier propósito depende de la precisión de las predicciones que uno hace y de su aprovechamiento posterior, pero sobre todo, de no hacer predicciones si “las claves disponibles no son informativas”, es decir, si nuestra información es incompleta, falsa, sesgada, poco fiable… porque no serán de utilidad. Para que nuestras predicciones sean precisas necesitamos hacer un análisis de la información disponible lo más objetivo posible. El pesimismo/victimismo/psicotismo tienen en común un análisis de la información disponible poco objetivo (y en este caso, negativo) a la hora de hacer predicciones. No obstante, el optimismo también es una tendencia de análisis no objetiva (en este caso, positiva) de la realidad, por lo que tampoco ayuda a la hora de hacer predicciones precisas. Pesimismo y optimismo son dos caras de la misma moneda: predisposiciones a tener expectativas sistemáticas (positivas o negativas).

El propósito del texto tampoco es descalificar la Psicología positiva como tal, sino más bien a lo que acaba llegando al público, es decir, la psicología popular, de divulgación y de autoayuda (que como todo lo que gusta, acaba siendo un negocio y por tanto, acaba pervirtiendo el sentido original de lo que se divulga en pro de gustar y vender más). Por eso el autor pide a los profesionales que se auto-encuadran en este área que no permitan la ambigüedad ni la fragmentación científica (divulgar sólo lo que gusta y vende) ya que su trabajo es científicamente relevante y no debe ser pervertido. Critica que, a la hora de divulgar su trabajo, los estudios en los que se basan o las conclusiones que exponen se dejen llevar por ciertas tendencias que se alejan del método científico o tienen una base débil (confundir correlación con causalidad, sesgo de publicación a favor de resultados que concuerdan con expectativas generales y escasez de estudios longitudinales, experimentales y bien controlados) y caen inevitablemente en la para o pseudociencia.

Al final, lo que le llega a la gente del “pensamiento positivo” no es objetivo ni mucho menos, sino que, además de fomentar ciertos negocios que han surgido a su alrededor, responde a una ideología y unas motivaciones económicas concretas (por ejemplo  ahorrar costes a la Administración pública*) y esto ya jode porque es pura manipulación para mantener el status quo político-económico actual, pero es que además (y esto es mucho peor):

– Considera que las personas son las únicas responsables de sentirse bien y su obligación es conseguirlo independientemente de sus circunstancias (y si no lo consiguen, las descalifica y tilda como “tóxicas”, dañinas para otros).

– Oculta las verdaderas causas del bienestar/malestar psicológicos (que son más complejas).

– Interfiere en las intervenciones serias encaminadas a promover la salud mental y física (los enfoques y tratamientos de profesionales formados y dedicados a tratar a las personas que no se sienten bien).

tu puedes con todo motivacion

El problema: lo que nos acaba llegando de la «Psicología positiva»

En definitiva, lo que nos llega y acaba compartiéndose por internet en infinidad de mensajes, memes, imágenes motivadoras etc etc, en resumidas cuentas son tres consejos: sé optimista, no te rindas nunca y sé positivo. Y además, rodéate de gente que lo sea… y evita a los que no lo son, porque son “tóxicos”. A todos nos suena esa música y a priori no suena mal, pero… ¿son realmente útiles estos consejos?

* Si consideramos que la responsabilidad del bienestar del individuo le corresponde únicamente al individuo, independientemente de sus circunstancias, entonces ni el estado ni la administración tienen ya el deber de garantizar el bienestar de sus ciudadanos con políticas que mejoren sus condiciones de vida. Retornamos a tiempos remotos en donde los esclavos, para ser felices pese a su injusta situación y sus penosas circunstancias, acaban recurriendo al estoicismo, no a la rebelión y demanda de condiciones más justas 😛

Primer consejo: “Sé optimista”

El optimismo es la tendencia estable a pensar que el futuro será positivo. Como decíamos, se trata de un sesgo irracional (si no hay información rigurosa disponible para hacer esa predicción, esta predicción, aunque positiva, es poco precisa y de poca utilidad). Pensar que “todo saldrá bien” es tan incorrecto como pensar que “todo saldrá mal”. Sin embargo, a este sesgo se lo presupone beneficioso para la salud mental.

Está relacionado con la “ilusión de control” (creer tener control sobre cosas que realmente no dependen de nosotros). Al parecer, cuando no estamos deprimidos, somos más activos. Al ser más activos, invertimos más recursos personales y tiempo para confirmar nuestras hipótesis, por lo que la probabilidad de caer en un sesgo confirmatorio aumenta. Esto viene a querer decir que cuando “estamos bien” no nos cuesta demasiado creer que “todo irá bien” porque es lo que queremos creer y por tanto, nos resulta sencillo encontrar argumentos para auto-convencernos de ello. Pero sigue siendo un sesgo, no es un análisis preciso ni objetivo. No obstante, se sigue relacionando el optimismo con el bienestar (presente y futuro). Pero correlación no es causalidad (que dos variables estén relacionadas no implica que una sea causa de la otra), por lo que, es incorrecto afirmar que el optimismo conlleve bienestar. Optimismo y bienestar están relacionados pero uno no tiene por qué causar el otro. O lo que es lo mismo: las personas que se se sienten bien, a menudo también se consideran optimistas… (correlación) pero ser más optimista no tiene por qué implicar mayor bienestar para el individuo (causalidad).

Es más, vamos a darle una vuelta de tuerca: observemos la falacia de planificación (la tendencia a pensar que tardaremos menos de lo que realmente requiere una tarea). Confieso que esta falacia domina (para mal) mi vida: siempre pienso que tardaré menos en hacer cualquier cosa de lo que al final, acabo tardando. Y por eso siempre salgo con el tiempo justo de casa o no hago las tareas que se me encomiendan. No por maldad o descuido… sino porque se me echa el tiempo encima y no entiendo por qué… 😛

reloj pared aldi handmade manualidad

¿Ya es esa hora? Hale otra vez a correr, ¡¿pero por qué, por qué?!

Relacionado con todo esto también está el “si puedes soñarlo, puedes hacerlo”. Esta afirmación es bonita pero totalmente falsa. De hecho se ha demostrado que visualizar el objetivo que uno desea y verse a uno mismo lográndolo, así simplemente, no mejora nuestra motivación ni mejora las posibilidades reales de éxito.

A la hora de cambiar nuestro comportamiento orientándonos hacia una meta, lo que ha funcionado mejor y ha conllevado un incremento de las posibilidades de éxito es un abordaje más práctico y realista: realizar un análisis de los obstáculos que encontraremos en el camino e idear soluciones para es obstáculo para posteriormente visualizar dichos obstáculos y a nosotros mismos venciéndolos. Este enfoque sí resulta útil y motivador, en contraposición con la simple creencia en “si quieres, puedes”.

Entonces sería mejor reformular el consejo: sé optimista, cuando la realidad lo permita.

Segundo consejo: “No te rindas nunca”

Si quieres algo, esfuérzate hasta que lo consigas (de modo que si no consigues algo es que no te has esforzado lo suficiente). Estamos muy embebidos en la cultura del esfuerzo y del no rendirse jamás, pase lo que pase… de forma que decir que alguien “no se rinde fácilmente” siempre constituye un elogio en nuestra sociedad. ¿Pero esta actitud es correcta y beneficiosa en todos los casos? En realidad no, porque no siempre es útil no rendirse.

A la hora de tomar una decisión cabe realizar un análisis previo, pero también uno posterior: es necesario reflexionar sobre los “costes sumergidos”. Si los costes futuros van a ser mayores que los potenciales beneficios, rendirse es bueno y debe hacerse cuanto antes. Definir unos mínimos y conformarse con la primera opción que los satisfaga (en lugar de “aspirar siempre a lo mejor” y “no rendirse nunca”) puede ser más útil a la hora de obtener bienestar para el individuo.

Es más, a veces, no rendirse está más relacionado con la evitación que con la perseverancia: asumir que una decisión que tomamos en el pasado no ha resultado ventajosa en el presente ni tiene pinta de que lo vaya a ser en el futuro es duro, muy duro y la mayor parte de nosotros elegimos camuflar la terrible verdad dándole la vuelta a la tortilla para no enfrentarnos a ello o para no sentirnos tan culpables. Lo hacemos todos, en mayor o menor medida. Un ejemplo:

El año pasado compré una mesa plegable para el sofá. Estaba a buen precio y me pareció una buena idea: al ser plegable ocuparía poco espacio y sin embargo estaría ahí si hacía falta para cualquier cosa (cenar en el sofá, tomarse el café, usar el portátil…). Le busqué un sitio cerca del sofá, pero escondida detrás de una mesa, para que no molestara. A los dos o tres meses de tenerla me di cuenta de que no la había usado ni una sola vez desde que la compré y la tenía en el mismo lugar cogiendo polvo. Inmediatamente supe que había sido una “mala decisión”, una compra, quizá no irreflexiva… pero tampoco fruto de una necesidad real. De acuerdo, no necesitaba esa mesita plegable… pero ya no la podía devolver… No sorprende el resto de la historia: la mesita plegable sigue en el mismo lugar y la saco de vez en cuando, aunque es incómodo montarla para una tontería y podría perfectamente pasar sin ella, yo me empeño en usarla. Además me digo una y otra vez que si vienen visitas puede venir bien, por tanto aunque no la use con frecuencia, “es una inversión” (ejem, sí claro… esas dos o tres visitas al año que con suerte podemos tener). Con este autoengaño y esta conducta de empeñarme en darle forzosa e innecesariamente el uso que yo había decidido, mi mente se relaja y obtengo paz porque “ya no es dinero perdido del todo” y “ya no es una decisión tan mala”.

mesa plegable aldi inútil

Peter el Panda reflexiona profundamente sobre los costes sumergidos usando la mesa plegable para no tener que usar la mano a la vez que el cerebro, imprescindible vamos

Pero no estoy siendo objetiva y estoy privándome a mí misma de asumir las consecuencias de tomar una decisión desventajosa. Estoy privándome del correcto y necesario auto-feedback, del aprendizaje que necesito para poder reflexionar más y mejor la próxima vez que se me plantee una situación similar (la posibilidad de adquirir algo que a priori pueda parecer una buena idea, pero que en realidad no necesito). Esa mesa costó un dinero que no puedo recuperar y no cumple la función para la que la compré… porque no era necesaria. Es incómodo montarla, ocupa espacio, acumula suciedad… y fue una decisión desventajosa. Del tipo que debo evitar en el futuro. Aceptarlo y asumir mi responsabilidad en el asunto, me lleva al crecimiento personal. Si niego la realidad y me auto-convenzo de lo contrario para protegerme de mis “malas decisiones” o no “quedar mal ante los ojos de los demás” lo único que hago es boicotearme a mí misma. Y a veces, el boicot puede ser hasta físico (como ponerse ropa incómoda para justificar su compra, comerse un plato pasado de sal por no tirarlo…) o conllevar la asunción de riesgos innecesarios (usar herramientas deterioradas u accesorios defectuosos…).

Cuando se trata de un bien material y tenemos un autoestima sano, es sencillo asumir y aceptar “malas decisiones” (aunque no lo hagamos y sigamos “guardándolo por si acaso” o se le regalemos a otra persona para crear una ilusión de utilidad, en nuestro fuero interno algo aprendemos al respecto). ¿Pero qué pasa con otro tipo de decisiones, más inmateriales? Un negocio que no tira, una relación de pareja que no funciona, un ser vivo a nuestro cargo al que no podemos atender como necesita o se merece… ¿Somos capaces de asumir que fueron decisiones desventajosas y aprender de ello o nos auto-engañamos y mantenemos la farsa ante los demás? Es más frecuente lo segundo, sobre todo cuando en la decisión están implicadas terceras personas. Es casi inevitable inflar la importancia de los beneficios para compensar los desmesurados costes o aferrarnos a motivaciones morales para mantenernos fieles a nuestras decisiones.

Un mejor consejo sería pues: Si puedes prever que los costes futuros serán mayores que los posibles beneficios, da igual lo que hayas invertido hasta ahora, ríndete cuanto antes para reducir al máximo las pérdidas. Y si decides seguir adelante, por el motivo que sea, no te auto-engañes y aprende de tus “errores” para poder tomar decisiones más ventajosas en el futuro.

Tercer consejo: “Sé positivo”

Que se refiere a no sólo tener una expectativa optimista sobre el futuro, sino además, cambiar a positiva cualquier emoción negativa que podamos sentir mediante una gestión-regulación emocional activa y consciente. Desterrar las emociones negativas de nuestra vida y mantener el máximo tiempo posible un estado emocional positivo.

Modular nuestras emociones e influir en ellas es vital para nuestra salud mental, pero no se reduce a hacer menos desagradables nuestras emociones negativas o eliminarlas por completo. Considerar que las emociones negativas son indeseables y las positivas deseables y que sólo las primeras necesitan ser reguladas es una idea peligrosa. Para ilustrarlo tenemos la impulsividad: bajo la influencia de una emoción positiva, tendemos a perder el control sobre nuestros impulsos e incurrimos con más facilidad en comportamientos de riesgo y que pueden perjudicar nuestra salud. ¿Por qué? Porque actuamos movidos por una “urgencia positiva” que a menudo es el resultado de tener ideas distorsionadas al respecto de lo que podemos ganar (demasiado positivas, no objetivas y ajustadas a la realidad, vamos, lo que me pasó a mí con la mesa plegable) y de la ausencia de un regulador negativo (como la ansiedad, es decir, anticipar consecuencias o sucesos negativos futuros) que conduce a infravalorar lo que arriesgamos tomando determinadas decisiones. Las sensaciones de displacer e incomodidad asociados a las emociones negativas tienen una función biológica: protegernos y aumentar nuestra supervivencia gracias a la prudencia, por lo que no siempre son indeseables o necesitan ser reducidas.

Por ello mi malestar por la inutilidad de la compra de la mesa plegable es correcto y deseable (y flaco favor me hará el que me ayude a verlo de forma más positiva para consolarme) porque como adelantaba antes, la próxima vez que me vea en la situación de adquirir un capricho tonto por más que me parezca buena idea… sentiré algo de ansiedad y tendré más prudencia miedo a acabar picando y perder el dinero en una compra chorra. De nuevo esto es sencillo entender en relación a lo puramente material, pero cuando la cuestión es inmaterial o está relacionada algo tan personal como tus deseos, sueños y esperanzas suena tan atractivo eso de «hazle caso a tu corazón», «déjate llevar», «no lo pienses y lánzate»…  que resulta complicado no perder la perspectiva.

villa asoka el grande en adopción

Ojo con la «urgencia positiva» y las adopciones poco meditadas, un compañero peludo es  una responsabilidad para 10 años mínimo. NO TE DEJES LLEVAR, reflexiona y sé prudente

En nuestro caso, tomar la decisión de adoptar a Bruma conllevó semanas de sensaciones de displacer e incomodidad asociadas a la ansiedad que nos provocaba el asunto. Ya teníamos un perro y sabíamos perfectamente el tipo de responsabilidad que estábamos valorando asumir, de modo que no fue nada sencillo tomar la decisión (reconozco que con Hugh hubo más impulsividad). Imaginamos los peores escenarios posibles y hablamos sobre lo que tendríamos que estar dispuestas a hacer dado el caso. Finalmente decidimos hacerlo, pero fue una decisión meditada y prudente. Cualquier otra cosa habría sido una irresponsabilidad intolerable.

Un posible consejo reformulado: sé positivo… pero con prudencia. Actuar impulsivamente o bajo la influencia de emociones intensas no suele ser buena idea…

En conclusión:

Cuidado con lo que difundimos por las redes y las ideas que alimentamos. Ser optimista, positivo y no rendirse nunca no son consejos universalmente útiles y beneficiosos. No siempre es lo que otra persona necesita oír de ti ni la actitud que necesita tomar en su vida. Y aquellos que podrían beneficiarse de dicha actitud pero con sus propias capacidades y herramientas personales no lo logran, no son personas tóxicas. Ni merecen sentirse frustradas, despreciadas y aisladas socialmente por su incapacidad. Son personas que necesitan apoyo de su entorno (amistades y familia) y que podrían obtener ayuda de un profesional cualificado con una intervención de calidad, respaldada por la evidencia científica en lugar de perder el tiempo con enfoques desfasados, poco rigurosos e incluso inútiles en algunos casos, que sólo benefician a quien hace negocio con su malestar y sufrimiento o inconscientemente y sin mala intención seguimos divulgando todos los demás.

¡Cuéntanos algo! :)