Llevamos ya un par de semanas que llega el día libre y al cuerpo sólo le apetece un buen remojón en el mar y un rato de desconexión tomando el sol en la playa. Vivir a veinte minutos de costa, para quien disfruta en la arena, es un lujazo que no tiene precio.
El problema es que no somos dos, sino cuatro, los que nos merecemos un día de relax y desconexión al aire libre (la gata no cuenta, que a la que te descuidas se pasa el día relajada y desconectada XD). Así que, a pesar de estar rodeadas de preciosas playas y calas a todo lo largo de la costa de Cataluña, las dos veces que hemos ido de momento este año a la playa, han sido al mismo sitio: la cala Vallcarca en Sitges.
Tal y como contábamos el año pasado, la experiencia canina en esta calita es inmejorable, exceptuando algún que otro altercado con canes pendencieros y/o malhumorados con deficiente supervisión de su responsable y algún que otro acto bienintencionado pero falto de previsión como llevar hembras en celo, juguetes y pelotas, comida… que puede y suele generar problemas por competencia entre ellos.
No hay que olvidar nunca que el hecho de que tu perro sea respetuoso con «los recursos» de otro, no implica que el resto lo sea, por lo cual, mejor evitar problemas evitando conductas de riesgo.
Bruma y Hugh se lo pasan genial en la playa, aunque no aguantan más de dos horas sin cansarse. Y como un perro cansado, al igual que un niño, ya no disfruta, se pone «potroso» y un poco de mal humor y empieza a costarle tener paciencia, lo mejor es ahuecar el ala e irnos a descansar a otra parte. Pretender estar tranquilo sin que nada ni nadie te moleste en esta playa tan pequeña y concurrida no es la mejor idea…
Así que nosotras, aunque podríamos pasarnos el día allí, entre ratos de sol, baños, y ratos de sombra, sacrificamos un poco nuestras preferencias y buscamos alternativa para conseguir que TODOS disfrutemos del día. El primer día la alternativa fue un road trip por el Parque Natural del Garraf (llegamos a las puertas del Templo Budista y luego hicimos una mini-ruta a pie cerca de la cantera hasta una hermosa sombra de los pinos que encontramos, donde paramos a comer).
El segundo día la alternativa fue una estupenda zona de picnic con mesitas en el interior de Castelldefels a la que llegamos en 20 minutos en coche desde la cala y en la que, sorprendentemente, estuvimos solos salvo por un par de caminantes que pasaron por allí (las ventajas de librar cuando la mayor parte de gente trabaja), y pudimos relajarnos a gusto a la sombra y disfrutando de la paz y el airecito fresco que corría bajo los pinos.
Aunque esta zona de picnic, situada al final mismo de la urbanización Can Roca de Castelldefels y tocando con los límites del Parque Natural, actualmente sólo cuenta con un buen numero de bancos bien repartidos entre sol y sombra en unos antiguos cultivos repoblados, unos contenedores y una fuente con agua potable (anteriormente tenía unos servicios y zona para barbacoas, en el momento actual clausurados), para nosotros fue todo un hallazgo. Como no tienen acceso los coches (se deben aparcar en un parking de tierra en la urba y luego caminar unos metros por pista hasta encontrar la zona), la sensación de estar en el campo es mayor de lo que se esperaría dada su situación. Así que fue un gustazo poder comer en total tranquilidad y tumbarnos a la sombra o al sol según nos apetecía bajo los pinos y algarrobos, disfrutando del silencio y los pajaritos, con los perros a su aire y remojándonos (en la fuente, no el la balsa) para refrescarnos y quitarnos la sal de la playa.
Vamos que, aunque cuesta refrenar el espíritu viajero y montañero cuando el calor aprieta tanto, tampoco es que lo estemos pasando muy mal en los ratos libres. Una pena que, con el avance del verano, las playas estén cada vez más saturadas y sucias y ya no sean tan apetecibles. No obstante, seguro que aún cae alguna visita más este año 😉